El francés Jean Francois Champollion (1790-1832) logró traducir los jeroglíficos. Desde pequeño se apasionó por el Antiguo Egipto.
A los 13 años empezó a estudiar, aparte de los idiomas obligados de latín y griego, árabe, hebreo, siriaco y arameo.
Cuatro años después, en 1807, su hermano mayor Jacques-Joseph se encargó de que continuara sus estudios en París, donde además de las lenguas anteriores sumó el persa y el copto.
En ese mismo año presentó a sus profesores en Grenoble el esquema de una obra que pretendía escribir sobre geografía del Antiguo Egipto, la cual publicó en dos tomos en 1811 y 1814.
El 14 de septiembre de 1822 descubrió que el lenguaje jeroglífico es a la vez ideográfico y fonético.
Champollion no se conformó con saber descifrar los nombres de los cartuchos sino que siguió trabajando. Viajó a Turín para examinar la colección Drovetti y comparó infinidad de papiros.
Se apoyó en su conocimiento del copto para poder traducir textos enteros.
Por decisión del propio Carlos X, se convirtió en conservador de las antigüedades egipcias del museo de Louvre. Y el 31 de julio de 1828 realizó el sueño de su vida: se embarcó hacia Egipto.
La expedición duró 15 meses. Lo acompañaron sabios y dibujantes. Recorrieron el país entero con un objetivo claro: develar el mayor número posible de jeroglíficos.
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El desarrollo de la egiptología
El alemán Richard Lepsius continuó la obra de Champollion. Defendió la misma línea de pensamiento y descifró muchísimos más jeroglíficos.
De 1842 a 1845 encabezó una expedición a Egipto organizada por el rey de Prusia. A su regreso publicó varios libros, entre los que destaca «El Libro de los Muertos».
En Inglaterra, en tanto, la fundación de la egiptología se puede atribuir a Wilkinson, al que le siguió un largo etcétera.
Pero la libre autorización a exploradores, egiptólogos, coleccionistas y comerciantes provocó un saqueo de las antigüedades de Egipto.
En 1857, el Jedive Said Bajá puso fin a estos vandalismos con la creación de un servicio de antigüedades que tuvo como objetivos salvaguardar los tesoros de Egipto, asegurar su conservación, realizar un minucioso estudio de ellos y contribuir a la exposición final en el Museo de El Cairo.
A partir de entonces, la egiptología se expandió hasta crear nuevas asociaciones como Egypt Exploration Fund, Egyptian Research Account, British School of Archeology in Egypt, la fundación Reine-Elisabeth de Bruselas, así como muchas otras.
Siguieron los sensacionales hallazgos del Serapeum de Menfis (Mariette) y de las momias reales de Deir El Bahari; las numerosas excavaciones y restauraciones en el Valle de los Reyes y en los templos de Lúxor, Karnak, Abú Simbel, Philae, Abidos y Dandara; la entrada a la pirámide de Kefrén y el descubrimiento en 1922, por parte de Howard Carter y Lord Carnarvon, de la tumba intacta del faraón Tutankamón. Este fue el hallazgo más importante de todos los tiempos.
Actualmente, ya con avanzados aparatos electrónicos, el Antiguo Egipto se da a conocer por grandes expertos que se exponen, a veces durante años, bajo el caluroso sol de las arenas del desierto.