El monasterio de Santa Catalina se encuentra en el Valle de Jethro, a 1570 metros de altitud. Lo flanquea, majestuoso, el monte Moisés y la montaña de Mégafa.
No menos espectaculares son las murallas que rodean al monasterio y constituyen un ejemplo de la arquitectura bizantina en Egipto.
Santa Catalina fue una conversa al cristianismo, martirizada por el emperador Maximino. Se dice que a su muerte dos ángeles la subieron hasta la cima del monte que lleva su nombre.
El monasterio está abierto todos los días excepto domingos y festividades religiosas.
Tabla de contenidos
Las murallas de Santa Catalina
Fueron construidas en el siglo VI d.C. por el emperador bizantino Justiniano (525 – 565 d.C.), para proteger el lugar sagrado de la zarza ardiente.
Las murallas forman un recinto rectangular; están construidas con granito del Sinaí. Tienen entre 1,80 y 2,70 metros de ancho; su altura varía según la topografía del terreno entre 9 y 18 metros.
El muro que da a la montaña tiene 84 metros de largo y una torre central adornada con tres paneles grabados con cruces.
La muralla sudeste mide 70 metros de longitud; también cuenta con una torre central cuadrada, dispuesta con una decena de troneras y barbacanas por donde arrojaban aceite hirviendo sobre los posibles asaltantes.
El muro nordeste es conocido como Diwar Douawara (la muralla del precipicio). Fue construido en 1312 y se encontraba derruido al final del siglo XVIII. Durante la campaña francesa en Egipto, Bonaparte financió su reconstrucción.
El muro sudoeste contiene una estrecha puerta de entrada al monasterio. Reemplazó al antiguo acceso, un ascensor movido por poleas, que también se utilizaba para descender los alimentos destinados a los mendigos.
¿Qué ver en el monasterio de Santa Catalina?
Al abrigo de estas murallas impresionantes existen diversos monumentos, aunque muchos se encuentran cerrados al público, como la biblioteca o la galería de los íconos.
De todos modos el viaje a Santa Catalina (o Deir Sant Catrin, como lo llaman los árabes) es muy recomendable.
A continuación menciono cada una de las joyas que guarda el monasterio.
Los pozos de Jehtro
Te sugiero empezar el recorrido por aquí. Los pozos de Jethro se utilizaban para el regadío. El agua procede de la denominada Fuente de Moisés, donde el profeta dio de beber a las ovejas.
La capilla de la Zarza Ardiente
Cerca, el convento de Santa Catalina alberga un lugar muy especial: la capilla de la Zarza Ardiente, donde se supone que Dios se le apareció a Moisés en forma de una zarza llena de fuego que no se consumía.
Se ha podido comprobar que es la única planta de esta especie que crece en todo el Sinaí. Es el lugar más sagrado de la región.
La capilla, decorada con cerámica esmaltada de color azul, se sitúa detrás del ábside de la basílica. Para poder visitarla se necesita un permiso especial.
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La basílica
Fue construida al mismo tiempo que la fortaleza que la protege (año 527). Tiene 38 metros de largo y 5 metros de altura.
En el nártex se hallan expuestos íconos muy bellos, uno de los cuales representa a santa Catalina y a san Pedro. También alberga algunos manuscritos procedentes de la biblioteca del monasterio.
La puerta de entrada es imponente con sus cuatro hojas de madera; se trata de una de las grandes obras del arte bizantino del siglo VI.
Al entrar a la basílica, deslumbran las lámparas de plata: los paneles dorados bajan desde el embaldosado hasta el pavimento de mármol; los beduinos los destruyeron en la búsqueda de tesoros, pero fueron restaurados en el 1500 y restablecidos en 1714.
La basílica contiene tres naves. Están separadas por doce columnas de granito; cada una representa un mes del año y a uno de los doce apóstoles. Las pinturas representan a san Miguel, san Juan Bautista, la Virgen María, Cristo, santa Catalina y san Nicolás.
La galería superior del iconostasio tiene escenas de las principales fiestas litúrgicas. A la derecha del coro aparece el Relicario de Santa Catalina, donado por el zar Alejandro en 1860.
La obra maestra de la basílica es el magnífico mosaico situado encima del coro. Representa la Transfiguración, inspirada en el evangelio de san Mateo. Cristo se encuentra en la parte central, rodeado por Moisés y Elías.
Cada lado que soporta el mosaico tiene dos escenas, en las que Moisés recibe las Tablas de la Ley y se descalza delante de la Zarza Ardiente.
Un pequeño sarcófago encierra el cuerpo de santa Catalina.
El campanario de la basílica fue construido en 1871 por el monje Gregorio. Los zares de Rusia ofrecieron las nueve campanas que solamente suenan durante las fiestas litúrgicas.
La mezquita
Se encuentra a solo 10 metros de la iglesia. Fue construida en granito durante la era fatimí, en el reinado del Califa Al Hakim Bi Amr Allah (1106 d.C.; año 500 de la Hégira).
Consta de una habitación de 7 por 10 metros. El techo solo tiene un alminar cuadrado. Las dos piezas más impresionantes son un atril sobre el que se coloca el corán y un púlpito (Manbar), que data de la era de la mezquita.
El lugar ha sido restaurado dos veces, la primera por encargo del rey Fuad y la última con motivo de la visita del presidente Anuar Al Sadat, en noviembre de 1979.
El refectorio
Es una gran sala rectangular con una bóveda semigótica. Las piedras de los arcos fueron decoradas con símbolos e inscripciones de las cruzadas.
Sobre las paredes hay varios frescos, entre ellos uno de 1573, que representa la aparición de Dios ante el patriarca Abraham, en forma de tres ángeles.
En el siglo XV, el refectorio sirvió de dormitorio a los peregrinos de rito latino, tal y como lo explican las inscripciones de los muros.
Al oeste se halla el jardín, que parece un oasis. En él se cultivan diversos árboles y varias clases de legumbres.
El cementerio de Santa Catalina
Los cuerpos, después de permanecer enterrados durante cierto tiempo en fosas, son desenterrados y clasificados por categorías en el osario.
Los restos de los arzobispos son puestos en nichos especiales. Sin embargo, los cráneos de los monjes muertos hace más de 14 siglos, son amontonados.
Entre los osamentos se encuentra el esqueleto del anacoreta san Esteban, monje del siglo VI, que según san Juan Climaque, vivió en la cima del monte Sagrado en la gruta del profeta Elías.
La biblioteca del monasterio
Está situada en el tercer piso del viejo edificio, al sur de la iglesia. Se encuentra cerrada al público, pero vale la pena seguir leyendo. Tiene tres habitaciones, entre las cuales se encuentran 2319 manuscritos griegos, 284 en latín y 86 en sirio, copto, eslavo, armenio, arameo, amhárico, etíope, inglés, francés, árabe y polaco.
El manuscrito más famoso es el libro del Sinaí, escrito por el sacerdote ruso Aspeos, en el año 331 d.C., a petición del emperador Constantino. Fue ofrecido al monasterio por Justiniano, en el 560 d.C.
El libro Los Apóstoles data del 716 d.C. Consta de 400 páginas, cada una con dos columnas escritas en oro.
Para otros, el libro más importante es el Libro de la Madre, considerado como un registro histórico en el que se muestra la situación comercial en El Tor (al sur del Sinaí), durante la época turca.
También se encuentra una carta que entregó Napoleón a los beduinos a comienzos del siglo XIX (después de la invasión de Egipto), para la protección del monasterio.
Y se destacan una Biblia en sirio, anterior al siglo V, y los textos médicos más viejos del mundo, como el libro del físico y médico árabe Ali Ben, especialista en las enfermedades de los ojos.
Pero el monasterio perdió uno de sus mejores libros: una traducción al griego de los Evangelios, que se llevó a Rusia y más tarde fue vendida a la Biblioteca Británica, donde se halla actualmente. Los británicos como consuelo han enviado una copia al monasterio.
Subida al Monte Sinaí
También es conocido como Monte Moisés, Monte Sagrado, o Gebel Musa (en árabe). Es el telón de fondo del monasterio de Santa Catalina. Se trata de un lugar turístico excepcional, por lo que muchos viajeros y turistas lo colocan dentro de su lista de prioridades en su viaje a Egipto.
Según la historia bíblica, aquí Dios entregó a Moisés las Tablas de la Ley. El monte tiene 2285 metros de altura: es el segundo más alto de toda la península del Sinaí. Solamente le supera el cercano monte Santa Catalina, con 2637 metros.
Ofrece dos caminos:
- Sekka El Basha, conveniente para ascender
- Sekka Sayida Musa, conveniente para descender
Sekka El Basha empieza detrás del monasterio, con la ventaja de que se puede realizar la mitad del trayecto en camello. El ahorro de tiempo es de unos 90 minutos. Poco después se accede a un pequeño monasterio, llamado Anfiteatro de los 70 ancianos, y a dos ermitas pertenecientes a Moisés y Elías.
A la izquierda aparecen los 700 escalones que tallaron los monjes del monasterio de Santa Catalina. Conducen a la cumbre del monte Sinaí, donde tendrás una extraordinaria vista del monte Santa Catalina, del golfo de Suez y de la cadena montañosa del Sinaí.
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El descenso se puede hacer por el llamado Sekka Sayida Musa. Para ello hay que descender los 700 peldaños tallados y seguir de frente; pasarás por los arcos de San Esteban y la Puerta de la Confesión.
Conforme desciendas conocerás algunos lugares bíblicos. Este es el camino que se cree usó Moisés para subir al monte sagrado.
El recorrido termina en el monasterio de Santa Catalina.
Algunos viajes organizados incluyen la visita al monte, de modo que puedes subirlo acompañado de un guía experto.
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Subida al monte Santa Catalina
Al sudoeste del monasterio se levanta el pico más alto de Egipto, el Gebel Sant Catrin, como lo llaman los árabes, con 2637 metros de altura.
Al igual que el monte Moisés, se puede subir a su cima, previo permiso de los monjes del monasterio de Santa Catalina.
Hay que decir que el camino es bastante más complicado. Pero existe la posibilidad de hacer un gran tramo en coche, hasta la mezquita de Harun.
Tras pasar la Capilla de los doce apóstoles se llega, después de unos 15 minutos caminando, hasta Deir El Arbain o el Monasterio de los cuarenta mártires.
En este punto comienza la escalada de peldaños tallados en la roca por los monjes, que conduce directamente hasta la cima. Desde aquí, la panorámica todavía es más hermosa que desde el monte Sinaí.
Recomendaciones para subir a los montes
Te aconsejo realizar la subida a ambos montes de madrugada, para poder ver la salida del sol desde la cima. Es un espectáculo verdaderamente alucinante.
En la cumbre del monte Moisés existen algunos refugios para pernoctar, pero si no subes temprano suelen estar ocupados.
Si te interesa la posibilidad de dormir en la cumbre, no olvides llevar el saco de dormir. Y si subes de madrugada, necesitarás una buena linterna.